A finales del siglo XIX don José Yáñez Cánovas encargó la imagen de Santa María Salomé al escultor don Francisco Sánchez Araciel.
En esta iconografía de Santa María Salomé, inusual por otra parte en la obra de Sánchez Araciel, su autor nos la presenta de pie, mostrando una gran entereza y serenidad. Se trata de una imagen de vestir en la que su autor talló el busto, manos y pies. Su «rostro tremendamente salzillesco» sigue la línea del maestro murciano. En él se recoge la admiración y alegría que Salomé debió de sentir al recibir la noticia de la Resurrección de Jesús, y no el dolor que la embargaría a su muerte.