La solemnidad y el silencio presidieron la procesión de Miércoles Santo. Las calles apagadas recibieron el paso de la procesión del Silencio, con las imágenes del Santísimo Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de la Esperanza.
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: -¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Él contestó: - Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos". Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: -Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: -¿Soy yo acaso, Señor? Él respondió: - El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, !ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:- ¿Soy yo acaso, Maestro? Él respondió: - Tú lo has dicho . ( Mateo 26,14-25 )
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